Improvisación, trabajo en equipo y confianza

¿Qué sentirías si te proponemos que improvisar (para la vida) mejora enormemente el desempeño de los equipos e incrementa la confianza?

Es posible que en alguna clase universitaria o curso de liderazgo te enseñaron la diferencia entre “grupo” y “equipo”. Un grupo, nos dijeron, es la acumulación de personas en un mismo espacio/tiempo con un mismo objetivo. Un equipo, en cambio (aquí la profe subía la voz y se animaba un poco) es más que la suma de las partes. Y  luego esa conferencista y/o psicóloga organizacional de nuestra memoria se  ponían un poco más seria y agregaba, célebre: “Mientras en un grupo cada quien tiene responsabilidades individuales, en un equipo las responsabilidades son compartidas, porque es más importante el logro de las metas colectivas que las metas personales”.

Entonces, unos años después (de la clase universitaria) o un par de horas más tarde (de la capacitación empresarial) llegamos al escenario laboral. Y sentimos que si aplicamos eso que nos enseñaron, definitivamente hemos estado la gran mayoría del tiempo trabajando en grupos, no en equipos. Pintemos más aguda la situación: estamos justo atravesando ese sentimiento un tanto frustrante cuando llega la gerente, nos reúne, y nos dice: “Nos falta más compromiso, recuerden que la empresa es un equipo, una familia, y debemos ponernos la camiseta, darla toda”. 

Si alguna vez has vivido algo similar (incluso si has tenido la fortuna de no vivirlo) tenemos una gran noticia: la improvisación fortalece la confianza (en uno mismo y en aquellos con quienes compartimos buena parte del tiempo) pues ayuda a entender nuestro lugar dentro de un colectivo y aprovecha esa información para comprender cómo esas metas, que a veces parecen caprichos o exigencias de otros, están realmente conectadas con nosotros y nuestros propósitos vitales.

Es verdad que algo así suena utópico. Pero, para que nos entendamos, en este post te explicamos por qué.

La palabra equipo resuena en prácticamente todos los escenarios de nuestra vida. Es la razón que esgrimen jefes a lado y lado del mundo para exigir más de sus liderados, es palabra a la que recurren a veces padres y madres de familia para llamar al orden a los hijos, es el argumento del que se pegan políticos para buscar un poco de unidad en medio del caos y los conflictos de intereses. Y, claro, es uno de los temas más recurrentes en las capacitaciones empresariales.

Sin embargo, en la vida concreta, real, práctica, tenemos dificultades para trabajar en equipo: no sabemos cómo lograr que las metas colectivas sean también nuestras metas. Nosotros creemos firmemente que con una escucha atenta, dispuesta y activa muchos de estos inconvenientes no se presentarían.

De hecho, escribimos un libro (no te asustes, no es muy largo, y —además— tiene dibujitos) para acompañarte en el proceso de entender cómo te vinculas con esas metas que, a menudo, parecen ajenas, lejanas y caprichosas.

Pero ocurre que las consecuencias de no escuchar (ni improvisar) las vemos irrigadas por todos los ámbitos de la vida. Familias, empresas, ciudades, relaciones de pareja y una larga lista de casos y situaciones, viven todo el tiempo las consecuencias de no saber gestionar la reunión de varias personas con un fin colectivo. En consecuencia, buena parte de lo que hace que nuestra vida diaria no tenga una mejor calidad, se debe a que los equipos con los que nos topamos durante el día, o los equipos de los que hacemos parte, no funcionan bien.

Entonces acá entra un punto clave: ¿qué puede hacer la improvisación para lograr un buen trabajo en equipo? 

Resumido de una manera simple, lo llamamos Improvisación para la Vida: es la forma como en El Morenito INC nombramos una actitud de vida en la que estamos preparados para no estar preparados. ¿En qué consiste? Simple, son tres pasos muy sencillos:

Percibir (el entorno, la situación, a ti mismo/a). Mira a tu alrededor, recorre la situación, identifica tu lugar ahí ¿Ganas más retardando la tarea o entregándola a tiempo? Percibir invita a reconocerse como parte de una situación, co-protagonista. Tienes un rol, un espacio. No se trata solo de ti. Las otras personas del equipo esperan tus entregables, los necesitan para hacer su trabajo. Recoge tanta información como puedas, ármate el mapa completo del contexto. Mira los gestos, trata de comprender que los demás (al igual que tú) tienen sus miedos, sus metas, sus bloqueos, sus necesidades vitales. Empieza por ahí. Y escucha, escucha mucho, siempre, todo lo que puedas. A veces observar detenidamente convierte una situación adversa en una oportunidad para saltar a otro nivel. 

Aceptar (que debes entregar un informe, o que hay que ir a alguna reunión, o que te corresponde liderar la presentación del nuevo proyecto). Tanto más tiempo tomes en aceptar más tiempo vas a perder. Si hiciste un buen proceso en el Percibir, vas a recordar pronto por qué estás ahí. Obvio: la tarea es difícil, probablemente; tienes poco tiempo, claro; el cansancio asoma, es normal. Pero recuerda también que estás ahí por una situación de la que haces parte. Has llegado a ese cargo porque estás desarrollando tu rol profesional. Tal vez este no es el trabajo que te soñaste mientras estudiabas en la U. Qué importa: hacerlo bien ahora es clave para que te sigas aproximando a ese otro que sí lo es. 

Aceptar nos aleja de la desconexión constante que viven tantos seres humanos del mundo de hoy. Estás en ese equipo, básicamente, porque enviaste la hoja de vida, te preparaste durante años, soñaste (en la infancia) con tener una oficina, hacer cosas importantes para la sociedad. Ahora estás ahí, es tu momento.

Proponer (activarse dentro de la situación, sacar lo mejor de ti, confiar en tus propias capacidades). Suelta la idea. Ponla a rodar pronto. Escribe el acta, hazlo ya. Organiza la presentación, o al menos saca el block y apunta las primeras ideas. Dale forma, échalo a rodar pronto. Envía el borrador a tus partners: cuando pones a circular la tarea, cuando pasas el balón de juego a tus compañeros, vas desfigurando lentamente la idea de grupo y empiezas a hacer parte del equipo. Proponer es soltarlo, sacarlo al aire, permitir que lleguen otras cosas, involucrar a tus socios. 

Si lo notaste, Percibir, Aceptar y Proponer ponen a circular la energía, la atención, la información. Y siempre será mejor que ella esté por ahí generando cosas (comentarios en el documento, reuniones creativas en agenda, revisiones, correcciones y mejoras…) que atascada en tu lista de cosas pendientes. 

Improvisar es Percibir el contexto en el que estás, Aceptar que allí tienes un lugar, Proponer ideas y acciones para activar, para llenar de vida, ese lugar que te corresponde, un lugar que te ganaste.