Trabajo en equipo:

la solución a los problemas de la organización

Al final, todos los problemas de una empresa son problemas relacionados con el trabajo en equipo. Y acá te mostramos cómo se pueden tramitar con Improvisación para la vida.

La suma de comunicación asertiva, gestión de la incertidumbre, pensamiento creativo y escucha activa son la solución desde la Improvisación para la Vida al trabajo en equipo. Son los cuatro pilares para mover el mundo. Si lo decimos en otro orden, no se altera el resultado: los problemas del trabajo en equipo se presentan por falta de comunicación, escucha, creatividad e incapacidad de estar preparados cuando no estamos preparados. Pero, en sí mismo, el trabajo en equipo se dificulta por diversas razones. Así que acá te mostraremos cuáles son esos retos del trabajo en equipo en la empresa. 

¿Por qué es tan difícil trabajar en equipo?

Si partimos de que una organización es el encuentro de varias personas especialistas en su campo con el objetivo de aportar desde ese campo en el desarrollo del objeto (o causa fundacional) de la organización (aquello a lo que se dedica), tenemos que, en algún punto, todos los problemas que presenta esa organización tienen que ver con el trabajo en equipo. 

¿Hay contingencias? Sí, todo el tiempo las hay. Pero, precisamente, una de las habilidades necesarias en un mundo lleno de incertidumbre es, precisamente, saber gestionarla. De manera que, en efecto, si una organización no es capaz de solventar alguna coyuntura estamos ante un problema de trabajo en equipo. También, en situaciones normales, cuando algo no sale bien, lo que causa el problema interno o que no permite desarrollar una solución oportuna, es la falta de desempeño de algún equipo. 

Y si alguien dijera: vale, pero a veces los problemas son debido a una persona. Sí, pero esa persona trabaja en un equipo. Siempre que estamos en organizaciones estamos, finalmente, en un equipo. Así que si el equipo no pudo prever a tiempo el error o no supo entrenar a la persona para que no lo cometiera, estamos de nuevo ante un problema de trabajo en equipo. 

Esto ocurre por una razón sencilla: una vez integrados en equipos, todo lo que hacemos no es algo individual; es algo del equipo. En otras palabras: todo lo que se hace en equipo pertenece al equipo.

Esa idea genial que tuviste, y con la cual ganaste el aprecio de alguna jefe, no la hubieras podido generar si no estuvieras en ese equipo. Cada cosa que dicen los otros, cada aporte, incluso cada pregunta tonta, incide directamente en los caminos mentales que cada uno de los integrantes siguen para solucionar un problema. 

Y esa es la primera razón de por qué cuesta tanto el trabajo en equipo, porque el equipo nos llama a una colectividad pero cada uno de nosotros, individualmente, se siente llamado por su propia individualidad. Lograr un balance entre lo individual y lo colectivo es uno de los más grandes retos en toda organización (y en la vida, claro).

Veamos entonces algunos puntos que dificultan el trabajar junto a otras personas.

¿Individuo o equipo?

En alguna conferencia motivacional le escuchamos al señor que daba la charla la siguiente anécdota. Un equipo de investigadores diseñó un experimento con participantes colombianos y japoneses. 

El experimento tenía dos fases: en la primera, se le asignaba una misma labor a diez colombianos y a diez japoneses que trabajaban por separado. Los resultados allí fueron favorables para Colombia. La mayoría de los nacionales terminaron su labor antes que la mayoría de los japoneses.

En la segunda fase, la misma labor se asignaba a equipos conformados por los dos países: japoneses versus colombianos. ¿El resultado? Los japoneses no solo lograron terminar la tarea antes que los colombianos, sino que terminaron la labor. Es decir: los colombianos no lograron siquiera finalizarla.

Incluso uno puede llevar las cosas más lejos. Colombianos, ecuatorianos, argentinos y panameños estaríamos todos involucrados en los resultados del experimento. Tenemos menos cualidades y competencias para desenvolvernos en equipo, al menos si se nos compara con personas de la cultura oriental. 

Ahí está: nos cuesta dejar de actuar individualmente, nos reta pensar en colectivo, ceder nuestro lugar en favor de una causa superior. Lo vemos en nuestras calles todo el tiempo: en esta parte del mundo preferimos cumplir nuestras propias metas y satisfacer nuestras necesidades por encima de los bienes públicos, de los intereses comunes, de las causas colectivas. El famoso “primero yo, segundo yo, tercero yo”. En nuestros países, las personas ponderamos nuestras individualidades por encima de las líneas que nos conectan con los demás. 

Al trabajar en equipo debemos abandonar nuestras maneras propias de ver, nuestras preferencias, debemos articularlas, sumarlas, aportarlas a la dinámica grupal. 

Pero es cierto que somos individualistas por una serie de razones muy ancladas a lo cultural. Siempre que una cultura se puede caracterizar con algún conjunto de valores, hay que pensar que el grupo los fue elaborando y aprendiendo como respuesta a un conjunto de causas. En otras palabras, si somos preferentemente individualistas, es porque en algún punto tuvimos que aprenderlo para ajustarnos mejor a lo que el entorno en cierto momento nos exigía. 

Una de las cosas curiosas de ese individualismo es que no se expresa igual en todas las ciudades, ni en todas las personas ni en todas las situaciones. Es como decir que, así como nos hemos organizado para manifestarnos frente a lo político, en otras situaciones replicamos ese individualismo que nos separa y nos hace sentir en competencia con el otro. Y fue eso lo que les ocurrió a los colombianos del experimento. 

Falta de claridad en las metas

Si a un equipo lo define un horizonte común, hay que decir que no son pocas las personas, ni los equipos que carecen de este horizonte. Nos cuesta trabajar en equipo porque a menudo no sabemos qué se espera de nosotros, ni hacia dónde se dirige el equipo. Pero para los equipos, tanto como para las personas, los objetivos son algo más que una declaración: son un punto de referencia.

Y si sumamos esta razón a la razón anterior vemos la bomba de tiempo que tenemos ante nosotros: preferimos las causas individuales, y llegamos a conformar equipos cuyo norte no está claro. Entendemos que, como consecuencia, llenamos nuestra participación en el equipo mediante impulsos que tienden a satisfacer mis demandas personales. A veces, sí, es individualidad, pero a veces también es que el equipo no se ha planteado con claridad cuál es su razón de ser y cuáles son sus metas.

Spoiler: y por eso a veces tienen reuniones ineficaces.

Adicional, ocurre que a menudo esos equipos sin claridad están conformados por personas sin claridad en sus horizontes de vida. Y que todo esto ocurre en el contexto de una organización cuyas metas tampoco están suficientemente claras. 

No hay que ser brujos para saber que el desastre está servido. Una persona individualista que pondera sus metas por encima de las demás personas, un equipo que no sabe para dónde va, inserto en una empresa que tampoco tiene claros sus horizontes. Es algo cercano a una tragedia. 

Pocas veces dedicamos tiempo a mejorar el equipo

Aquello a lo que no se le presta atención es difícil que mejore. Hay que decir que son pocas las organizaciones que le dedican tiempo a mejorar las dinámicas de trabajo en equipo. Es como si supusieramos que un equipo bueno se conforma cuando cada uno de sus integrantes aportara únicamente sus habilidades individuales. Y que con eso ya fuera suficiente. 

Pero sabemos que no lo es. Es solo que, a pesar de saberlo, rara vez abrimos espacios para reflexionar sobre el trabajo en equipo y buscamos maneras concretas para mejorarlo. 

Ahora bien, cuando se decide mejorar el trabajo en equipo, la vía más convencional para intentarlo es una charla. Charla, conferencia, panel, seminario… cualquiera de esas formas que se basan en palabras emitidas por unas pocas personas, a quienes se les asume expertas, hablan sobre el trabajo en equipo (o la motivación, o el sentido de pertenencia, o cualquiera de esos típicos temas de la formación en empresas). Se asume que ir a la conferencia, por sí mismo, es una forma de mejorar el equipo. 

Pero sabemos que no lo es. Es solo que, a pesar de saberlo, rara vez sabemos qué más hacer, qué dinámicas transformadoras emplear, qué procesos de evaluación, ajuste y mejora implantar. 

Mejor dicho: falta actitud impro. Porque, sí, ajá, las empresas pueden improvisar.

En cualquier tema en el que se trabaje, es necesario contar con términos precisos. En lo que corresponde al trabajo en equipo, conviene revisar algunas de las causas por las cuales suele ser difícil lograrlo. Una de ellas es el decisivo lugar que ocupa el individualismo en nuestra cultura: trabajar en equipo supone favorecer una causa que es superior a los aspectos individuales, y eso a menudo entra en conflicto con nuestras maneras de actuar. Otra, es la falta de claridad en las metas personales, grupales y de equipo, por las cuales cuesta tomar decisiones y diseñar dinámicas de trabajo acordes a lo que se busca (porque, frecuentemente, eso que se busca no es totalmente claro en términos personales, de equipo, organizacionales y de ciudad o país). Adicional, el poco tiempo y espacio que dedicamos a mejorar el trabajo en equipo, el no hacerlo tema, objeto de nuestra atención, impide que podamos mejorarlo.

¿Y cómo se puede mejorar?

En esta parte final te vamos a dejar algunos recursos clave que pueden ayudar mucho en que el trabajo en equipo mejore.  

Primero, los cuatro pilares para mover el mundo. Escucha activa, gestión de la incertidumbre, pensamiento creativo y comunicación asertiva. 

Segundo, pensar que las empresas se pueden abrir a una concepción en la que la improvisación, como ritmo, como actitud, haga parte de la forma de llevar adelante las acciones de la organización. 

Tercero, el Decálogo [+1] de la Improvisación para la Vida, que, punto por punto, se puede aplicar en la empresa para facilitar un ambiente más amigable y productivo. 

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