Ventajas de Aceptar, segundo principio de la Improvisación (para la vida)

En nuestra entrega anterior hablamos de cómo Percibir era la primera llave que nos abriría a la Improvisación Para la Vida. Ahora hablaremos del Aceptar. Un principio que, aunque lo contrario, requiere de ciertas renuncias para ser posible. 

Ya lo dijimos: lo que nosotros llamamos Improvisación Para la Vida surge del acopio de técnicas, principios y conceptos de la improvisación teatral pero aplicados a la vida cotidiana. 

¿Por qué deberíamos tomar la Improvisación como una posibilidad para la vida? En realidad, a todas las personas que habitamos este mundo nos consta que a menudo se requiere algo más: creativo, impactante, llamativo, útil, práctico. En todos nuestros escenarios nos vemos constantemente invitados a “dar más” y, sobre todo, “dar mejor”. Entonces no es una obligación esto de improvisar para la vida, es más una invitación. 

Siguiendo esa idea es como hemos llegado a sintetizar lo que SÍ es la improvisación (para la vida) en tres principios. La propuesta es sencilla, retadora y excitante: así como profesionales de la improvisación en las artes escénicas sacan adelante retos e historias que previamente no estaban escritos, en nuestra vida cotidiana nos vemos constantemente invitados (y tantas veces obligados) a sacar adelante proyectos: entregas, presentaciones, reuniones e informes están en nuestros días como las hojas en los árboles. Y, a menudo, nos toca alejarnos de las formas como inicialmente los habíamos concebido: un cambio de fecha en la entrega, una novedad de última hora en la presentación, un cambio de roles en la reunión, la necesidad de incorporar nueva información al reporte para las jefes… Ahí entra la Improvisación para La Vida.

Esos tres principios parten de la experiencia de muchos años en escena y acompañando procesos formativos en las organizaciones, y resumen lo mejor que tiene la improvisación para la vida de las personas del mundo de hoy.

Esos tres principios son: Percibir, Aceptar y Proponer. Su unión produce verdadera magia. En el Percibir, recoges toda la información posible del contexto. En el Aceptar, reconoces tu lugar en medio de las nuevas condiciones que ahora la vida te invita a incorporar. En Proponer sueltas tus ideas y las compartes con el equipo para que crezcan y se materialicen. 

Probablemente ahora te preguntas, “¿pero por qué debería aceptar?”, “qué es propiamente lo que debo aceptar?”

Indaguemos un poco. Todo este asunto de la improvisación se mueve constantemente entre una idea (o varias ideas) que tienes en mente (en el papel, en el proyecto, en un documento escrito, en un plano o un manual de funciones) y un contexto de acción concreto. Ya sabemos que permanentemente las cosas cambian. Entre el guion y la película, entre el plano y el edificio, entre el manual de servicio al cliente y las situaciones concretas, reales, materiales en que se da este proceso. Es decir, de manera constante, nos vemos invitados a resolver algo por un camino por el que antes no lo habíamos resuelto. 

Lo más normal es que, ante una situación así, nos asustamos. Es lo normal. Pero una ventana enorme de la Improvisación es que nos provee confianza. Ahí, justo en el momento en que los planes, calendarios y manuales se agotan es cuando mejor se luce la Improvisación. Y es donde se activan los principios. Como ya dijimos, el primero, Percibir, te invita a apropiarte del presente, situarte en el aquí/ahora/ya en el que estás. 

Aceptar, el siguiente principio, invita a lo siguiente: es como decirte a ti mismo/a, vale, yo tal vez lo habría imaginado diferente, pero ahora es así; y lo que hay que hacer, hay que hacerlo, si bien por otras vías alternas (aunque todavía no sé cuáles). 

Y, bueno, como habitamos la costumbre, las rutinas y los rituales, ese tenerse que salir un poco del guion asusta. También es normal. De ahí la importancia de Aceptar. Aceptar es decirse a uno mismo/a: ya estoy acá, ya las cosas son así, ahora voy a pensar cómo lo puedo hacer de la mejor manera.

¿Ejemplos? El día a día está lleno de ellos: los mariachis que contrataste para tu fiesta no llegan, el computador donde tienes la presentación no funciona, en casa se te quedan los datos de la persona con la que en dos minutos tienes la reunión… 

Entonces, ahí, justo ahí, en ese gap entre algo que estaba previsto y la realidad que ahora nos muestra que, tal vez, no se puede seguir eso que estaba previsto, ahí es donde Aceptar funciona de maravilla. Fíjate que, comúnmente, nuestro cerebro nos invita a lo contrario: rechazar, bloquear, negar: renegar porque los músicos incumplen, lamentar que los computadores fallen, recriminarte por tus olvidos… Y sí, esas son situaciones entendibles, pero no te sirven para resolver lo que hay que resolver. 

Aceptar, por el contrario, nos invita a apropiarnos de la nueva situación. Ya está aquí, ya se instaló, ya hay que jugar con ella. Y buscar ponerla a nuestro favor. No es fácil, desde luego que no, pero, a nuestro modo de ver, tiene, al menos estas tres ventajas. 

  1. Aceptar limpia tu mente. Tan pronto dejas de lamentar que el viejo plan ya no es posible, tienes la mente despejada para imaginar nuevos planes.  Dejas de mirar el espejo retrovisor y ahora miras por el parabrisas. Miras hacia adelante, hacia lo que viene. Mientras más lamentas, reniegas y rechazas, más tiempo pierdes para reaccionar a tiempo y de manera acertada. 
  2. Aceptar te llena de realidad. Y la realidad es lo que tienes ante la mirada, lo que ahora mismo puedes escuchar, si te lo permites. Los guiones y planes son maravillosos, son herramientas que nos han permitido orientarnos en este mundo. Pero la realidad concreta, específica, particular y material de la situación en la que ahora estás es lo que cuenta. El guion nos sirve para orientarnos y el cronograma para ordenar las secuencias de acciones. Pero en sí mismos no resuelven lo que la vida misma te invita a resolver. De forma que Aceptar ayuda a involucrarte en el entorno específico en el que ahora debes resolver una situación particular.
  3. Aceptar te invita a la acción. Estamos convencidos de que el universo privilegia la acción. Dirás: “ay, pero, los filósofos fueron personas de pensamiento, no de acción, y son importantes”. Diremos: pudimos reconocer sus pensamientos porque los escribieron, los expusieron, o hicieron de ellos una doctrina, una posibilidad. Es decir: conocemos sus pensamientos gracias a la acción. 

Así es como Aceptar nos pone en onda, nos conecta, nos limpia el camino y nos lleva al Proponer (del cual hablaremos en la próxima entrega). 

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