Como tomar decisiones difíciles 

Y seguir con vida

Te entregan la carta del restaurante. Todo te gusta (y nada te gusta). Te entra una llamada; la estabas esperando, pero ya no sabes si recibirla o no. Te proponen un nuevo cargo, pero tendrías que cambiar de oficina: quieres el cambio y, al mismo tiempo, lo temes. La vida entera se nos va en el proceso de tomar decisiones y descartar opciones. Mientras tanto, llegó la comida que ordenaste. Empiezas a comer con la convicción de haber pedido lo mejor. Hasta que pasa lo terrible: llega un plato espectacular a la otra mesa, más espectacular que el tuyo. ¿Cómo tomar las decisiones difíciles (y las “fáciles”) y seguir con vida? De eso hablamos acá. 

No es fácil tomar decisiones. Pero, digámoslo de una vez: así como en el ejemplo del restaurante (tenías plena seguridad de haber tomado la mejor opción hasta que viste otra mejor opción que tal vez te habría gustado más), el mayor problema no lo tienes en la opción por la que te inclinaste. La mayor incertidumbre (que si no gestionas bien se convierte en un gran malestar) está en todas las opciones que tuviste que descartar. Por eso es necesario hablar sobre cómo tomar decisiones difíciles (y seguir con vida). 

Tomar decisiones difíciles (y fáciles)

No es fácil tomar decisiones difíciles, pero nadie habla de las decisiones que son fáciles. Sin embargo, mirarlas de cerca (a las decisiones fáciles, y, sobre todo, a ti cuando las tomas) puede ayudar a llevarse mejor con la acción de decidir. 

Obsérvate un poco mientras lees esto: ¿estás en el celular?, ¿llegaste a este post porque estabas navegando internet y te llegó por algún lado?, ¿qué hora es?, ¿sueles leer a esta hora?, ¿te topaste con nosotros porque estás en tus minutos diarios de lectura?, ¿o estás en medio de una reunión aburrida y tienes el portátil abierto mientras finges interés en lo que dicen allí?

Si te observas, con la ayuda de esas preguntas generadoras que te ofrecemos, has llegado hasta allí donde estás, y hasta este post, por una serie acumulada de decisiones. Es solo que muchas de ellas las tomaste sin mucho misterio: envolviste las decisiones en una serie de rutinas diarias, como aprovechar que vas en el metro para revisar redes, eludir una reunión tediosa en el compu, buscar información en internet, etcétera, etcétera, etcétera…

Todas han sido decisiones fáciles. Y todas tienen consecuencias en el mediano y el corto plazo. Es solo que no ves las consecuencias como algo taaaaan grave. Podríamos repasarlas, no para que te sientas mal, sino para mirar que todas las decisiones, incluso las que parecen ser fáciles, tienen consecuencias de todo tipo. 

Las consecuencias de las decisiones

Cuando lees en un vehículo en movimiento, hay consecuencias. Cuando no prestas atención a una reunión, hay consecuencias. Cuando eludes algo importante, hay consecuencias. 

Pero no todas las consecuencias son, necesariamente, negativas. 

Cuando buscas información para mejorar tu comprensión de un problema o alguna situación que te genera incomodidad, también hay consecuencias (contar con más conocimiento para darle un buen trámite a ese malestar). Cuando lees contenidos que tus amigos te recomiendan, también hay consecuencias: acercarte más a tus amigos, compartir información, generar conversaciones. 

Entonces dirás: “Sí, pero es incomparable la gravedad de las consecuencias en las decisiones difíciles versus lo inocuas que son las consecuencias de las decisiones fáciles”. Y puede que tengas algo de razón. Pero, en rigor, la estructura, el molde, es igual: optar por un camino u otro te acerca a unos lugares, mientras te aleja de otros. 

Así que el gran peso de las decisiones (tanto las que son “fáciles” como las que son “difíciles”) está compuesto de dos elementos:

  1. Ese cierto nivel de ansiedad que producen todas las opciones descartadas (como en el restaurante). 
  2. La cierta ceguera que tenemos sobre las consecuencias (positivas y negativas) que puede tener esa decisión en el futuro. 

El peso de las decisiones

La primera parte de ese peso se resuelve fácil: la próxima vez que vas al restaurante pides ese plato. Descubrirás que no sabe tan rico como lo imaginaste. Pero habrás salido del dilema. 

La segunda parte de ese peso requiere un poco más de reflexión. Como sea, la toma de decisiones es una de las habilidades para la vida. O sea: no es que todo el mundo se crea ya experto en toma de decisiones porque, de hecho, es una de las competencias más valoradas en el mundo de hoy. Un mundo que, sabemos, presenta más incertidumbre, en la medida en que sus opciones crecen, se multiplican, nos buscan hasta el celular y nos llenan el correo con promociones u opciones de migración al extranjero. 

La situación se agrava si, además del peso que pudieran tener las consecuencias de las decisiones, activas esa voz impostora que te anuncia que todo va a salir mal. La forma como solemos salir (evadir) la situación, suele ser aplazar la decisión de tal manera que no la tengamos que tomar, sino que ella llegue con un plazo irrevocable o, simplemente, desaparezca. 

Evadir es una táctica común para no cargar el peso de las consecuencias. Pero es una táctica engañosa: no hace más que evitar algo que, tarde o temprano, tendrás que afrontar. Entonces siempre será mejor darle la cara: hacerse cargo

Tips para tomar decisiones difíciles

Suelta ya el celular (pero no ya, ya, espera a terminar el post) y hazte cargo de la decisión. Familiarízate con la idea de que vas a decidir, y que es normal dejar opciones descartadas en el camino. Sigue estos tips y, sobre todo, confía en ti. Todo va a estar bien.

  1. Habita el presente. Aplica este bello principio de la Improvisación Para la Vida: Percibir. Respira, observa dónde estás, recuerda cómo llegaste hasta ahí. 
  2. Reconoce el camino de las decisiones (ya tomadas). Estás en esa oficina, y no otra, en ese trabajo y no en otro, llevas esa ropa que tienes puesta y no otra… por tus decisiones. Algunas habrán salido mal (saliste con ropa ligera porque al salir de casa el día soleaba, pero ya una nube gris invade el cielo), y otras han salido muy bien (retomar las clases de patchwork, aplazar el comité técnico hasta la próxima semana, cambiar a los niños de colegio). 
  3. Considera tus propias emociones en este momento. Cuando piensas en la decisión que debes tomar tu cuerpo experimenta… ¿miedo?, ¿alegría?, ¿placer?, ¿orgullo? Cierra los ojos por un momento, proyecta imágenes de los escenarios que se abren con la decisión: ¿cuál de las emociones prima? 
  4. Visualiza los riesgos. Pero en actitud neutral, no desde tu estómago ni desde las opiniones de los otros. Evalúa objetivamente los riesgos. Considéralos y piensa cómo puedes gestionarlos.
  5. Acota todas las opciones a unas pocas opciones. Hay alternativas que se descartan solitas. Procura llegar al menor número de opciones, siempre que todas sean posibles y realizables (recuerda que en el restaurante empezaste con una carta que ofrecía muchos platos, y fuiste decantando hasta llegar a una opción). 
  6. Reconoce tus límites, pondera tus méritos. Saber hasta dónde estás en disposición de llegar, es sano. Una decisión que te lleva, forzosamente, fuera de esos límites puede ser peligrosa. Pero también es cierto que muchas veces tus límites se demarcan hasta donde llega tu conocimiento. Así que es bueno revisar qué puedes aprender para expandir esos límites.
  7. Abraza la improvisación estratégica. Permítete confiar en tu propio criterio. Déjate llevar un poco, siempre en un marco de puntos mínimos, y, sobre todo, con mira permanente en los objetivos.

Improvisación estratégica

Lo diremos sin modestia: “Qué camino cojo” nuestro curso virtual sobre Improvisación Estratégica es el mejor contenido para llevársela bien con las decisiones. En cada SÍ o NO que le damos al mundo se abren horizontes (y se cierran otros). El balance entre lo que llega y lo que se desecha es parte de lo que define la propia calidad de vida. Así que si te interesa adquirir habilidades concretas para hacerte llegar a tus metas de oro, a tus sueños preciados, a tus objetivos de vida, este curso te ofrece lo mejor. 

Lo que te ofrece el curso de Improvisación Estratégica

  • Acercamiento al concepto de improvisación (como plataforma para vivir una vida más fluida)
  • La relación entre lo proactivo y lo reactivo. Aprende a jugar con las circunstancias, a evitar al máximo las reacciones de última hora, con una buena planeación; pero también a reaccionar de la mejor forma, siempre de cara a tus objetivos. 
  • La matriz de la Improvisación Estratégica (un instrumento valioso para hacer como que tú no tomas las decisiones sino que ellas “se toman solitas”. Esto es posible cuando tienes suficiente conocimiento de la situación que estás transitando.
  • La matriz de la Improvisación Estratégica en la práctica. Con ejercicios y juegos hacemos que saber cuál camino tomar sea algo espontáneo en tu vida.

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