Improvisar es avanzar
Los tiempos que corren son raros: de un lado, necesitamos sacar adelante un sinnúmero de proyectos, tareas pendientes y actividades de última hora. Del otro, vivimos estancados en loops de reuniones, correos y listas de pendientes que a menudo nos dejan la sensación de que no avanzamos. Es hora de tener esa conversación. Vamos a ello.
Partamos de una claridad: a menudo confundimos “productividad” con “laboriosidad”. Incluso, confundimos fuertemente “gestionar” con “administrar”. Ya te estás recordando al jefe del anterior trabajo cuando se llenaba la boca diciendo: “Voy a gestionar esa carta, yo mismo me encargo”. O el típico “Vamos a controlar los horarios de ingreso a la oficina porque debemos mejorar la productividad”. Todos, en el fondo, entendemos a qué se refieren esas expresiones, pero la pregunta no se va del todo: ¿hacer muchas cosas, andar con una hoja de papel de un lado al otro de la oficina, de afán, es necesariamente ser productivos?
Como improvisar es avanzar, acá queremos darte un poco de luces, desde la Improvisación Para la Vida, no para que le discutas a tu jefe, sino para que, al menos, no repitas los mismos errores y puedas tener un sistema de vida que te permita escribir cartas, atender reuniones, contestar correos, todo a tiempo, pero mantenerte firme en el cumplimiento de tus objetivos.
El temor de hacerlo mal
Tememos el error. No disponemos de una cita de algún estudio antropológico que le dé solidez científica a esta afirmación, pero es algo que vivimos a diario: tememos hacerlo mal. Como la ciencia y el marketing se especializan en ponerle nombres a todo (la ciencia para poderlo investigar, el marketing para poderlo vender), en los años recientes se habla de “la procrastinación” y “el síndrome del impostor”. Ambos conceptos se fundamentan en lo mismo: el temor a fallar. Sin embargo, la Improvisación Para la Vida (que trae un Decálogo [+1] ma-ra-vi-llo-so) plantea algo alternativo: no existe el error (por tanto, no deberíamos temer los fallos).
Procrastinar, ya lo sabes, es aplazar las cosas hasta el último plazo posible. Una de las razones por las cuales dejamos todo para última hora es que cuando enfrentamos una nueva tarea nuestro pensamiento se dirige a imaginarla como una oportunidad para de-mostrarnos y de-mostrarle a los demás que somos buenos, que lo hacemos bien, que nos merecemos el lugar que ocupamos (en el trabajo, en la familia, en la sociedad…). Así que iniciamos un ciclo de proyectar la perfección: nos imaginamos el evento perfecto, el lanzamiento perfecto, el informe perfecto. Pero el tiempo pasa, se acerca la fecha de entrega y no hemos comenzado la labor. Con la fecha cerca y las expectativas por el cielo, procrastinamos.
En cuanto al famoso “síndrome”, ocurre que nos llenamos de ideas falsas: la voz (que, curiosamente es nuestra propia voz amplificando las voces de otros) nos alerta: vas a fallar, todo saldrá mal, no estás a la altura, no eres suficiente…
La procrastinación y el impostor se paran sobre el mismo suelo: la negación de la posibilidad de fallar. Pero fallar, equivocarse o, simplemente, que las cosas se salgan de lo planeado, hacen parte de la vida.
Y, más allá de eso, la improvisación propone otra lectura: si estás en esa tarea, en ese reto, es porque tu recorrido de vida te ha llevado hasta allí. Y te han delegado esa labor porque confían en tu trabajo. Así que, si bien el fallo es una posibilidad, no hay error. Es decir: probablemente, eso que miras como error, como fallo, como tragedia, no es más que la diferencia entre tus expectativas (generalmente elevadas a la perfección) y la realidad.
La premisa de que no hay error no quiere negar que a veces no llegamos a la meta. Más bien quiere plantearte que ese no llegar a la meta (perfecta, anhelada, soñada) no es malo, que esos otros lugares a los que llegan también son importantes porque tienen información valiosa que podrías percibir neutralmente. Lugares que, de seguro, te traen propuestas diferentes, retadoras, plenas de nuevos significados que puedes aprovechar para tu historia (de vida).
Improvisar es permitir que la historia siga adelante
Como tememos fallar, cuando la situación cambia, cuando la incertidumbre se entromete entre tú y tus planes, la reacción normal es ir a la retaguardia y refugiarse en el plan inicial. De nuevo, no tenemos una cita de algún libro de planeación estratégica, pero todos lo hemos vivido: algo cambia, algo que nos aleja de los planes iniciales (perfeccionados por nuestro deseo de destacar, de de-mostrarle a los demás que somos valiosos) y la primera reacción es comparar esa nueva situación con nuestro mapa mental, nuestro proyecto, nuestro cronograma.
Al ir hacia atrás estamos forzando a que la nueva situación encaje en nuestro modelo mental. Entonces nos negamos a aceptar el nuevo escenario. Y, constantemente, reclamamos el desajuste, a la vida, a los partners del equipo o a nosotros mismos.
Ya sabemos que eso no sirve. Nos impide avanzar y, de paso, tensiona relaciones en el equipo y con nosotros mismos. Pero, ajá, es lo que reactivamente hacemos: refugiarnos en el pasado, en el paraíso soñado, en la idea perfecta, en el cronograma impecable. Vamos hacia atrás como una reacción de temor al error.
Pero como la Improvisación propone que no hay error, ya sabes que no es necesario ese refugiarse en el plan inicial. Más bien, vale tomarlo como punto de referencia para lo nuevo, como plataforma.
¿Cómo nos ayuda la Improvisación para avanzar?
Todos los conceptos que desarrollamos en este blog, en nuestra academia virtual y en los procesos formativos que lideramos, apuntan a lo mismo: improvisar es avanzar. Pero acá vamos a dejarte una lista de herramientas que te pueden ayudar a avanzar. No es un ranking, ni van clasificadas en algún orden particular. Son tres herramientas (de seguro en algún libro hay una cita para validar que los números impares son más fáciles de recordar) para posibilitarte una vida más fluida.
Revisa los modos de reacción a la improvisación con nuestro horóscopo
Haciendo uso del concepto de “plataforma”, clave en todo lo que está relacionado con Improvisación Para la Vida, desarrollamos un horóscopo. Sí: es un poco jugando, no es literal. Pero, precisamente por eso, sirve para mirar formas diferentes de reaccionar ante nuevas situaciones, ayuda a percibirlas con humor. Busca tu signo, el de alguno de tus padres y el de tu jefe. Busca reacciones comunes. Indaga en tus recuerdos esas reacciones, tomando distancia ya de esas situaciones que pasaron y que, finalmente se resolvieron. Y diviértete, claro, que es para eso.
Déjate habitar por el Improverso
La vida real tiene su carga. Levantarse no siempre es fácil, ni la sensación de que trabajas mucho pero no avanzas. A veces conviene relajarse un poco. Darse una pausa. Habitar el Improverso. Imaginar que todo lo que tienes al frente es una historia, y que, como parte de esa historia, puedes incidir en que las cosas vayan diferente.
Salta al vacío (en cosas que no sean muy trascendentales)
Saltar al vacío es soltarse un poco, arriesgarse. Mientras lo tomas como una actitud constante en la vida, puede ser que te lances al vacío en algo que no tenga consecuencias graves para tu vida. Qué tal si una vez tomas una ruta diferente al trabajo; qué tal si te inscribes en un curso de algo total y completamente alejado de tu área profesional y tus gustos (¿danza árabe?, ¿coloreado de mandalas?, ¿masajes relajantes?). Qué tal si escuchas música de otros géneros alejados de tus gustos, qué tal si lees literatura de otro continente. Practica los saltos al vacío en cosas de poco riesgo para que cuando lleguen las de alto riesgo tengas ya algo de práctica.
Con estas herramientas tu vida no está resuelta, básicamente porque nunca lo estará. El relato siempre está abierto, la historia continúa y siempre hay posibilidades de darle un giro que apunte más a tu forma de ser, a tus objetivos.
¿Improvisar y ser productivos es posible?
Lo es. Previo a tener algunas claridades.
Productividad no es laboriosidad.
Ser productivo es optimizar el uso de recursos en el logro de metas. Laboriosidad es hacer y hacer y hacer cosas. Ya sabes: el típico compañero de oficina que todo el tiempo está con papeles acumulados en la oficina, que llega más temprano que todos, que sale de último. Pero no avanza en lo significativo. Está lleno de tareítas, pero siempre se luce como inundado, desbordado por ellas. Y, bueno, muchas veces hemos sido ese compañero, es difícil negarlo.
La improvisación nos ayuda a ser más productivos porque nos centra en los objetivos y nos instala ante ellos como una historia en desarrollo. Los correos electrónicos hay que contestarlos, claro, las reuniones hay que atenderlas, desde luego; pero cuando captamos el ritmo de la improvisación aprendemos a gestionar el foco, a priorizar lo estratégico.
A propósito: gestionar no es lo mismo que administrar. Gestionar es lograr los objetivos que realmente impactan, aquellos que nos llevan al siguiente nivel. Gestionar es, fundamentalmente, darle forma al futuro desde el presente.
Conseguir la firma para una carta, en sí mismo, no es gestionar. Es hacer firmar una carta, es un trámite. Gestionar es trazar la secuencia completa de acciones que nos permitirán habitar otro escenario de futuro. Para ello, a veces, hay que conseguir firmas para cartas, desde luego. Pero la gestión se cumple cuando el nuevo escenario se cumple, no cuando se hacen las actividades menudas que se requiere para lograrlo.
Eso último lo puedes aprender acá.